[RESEÑA] La belleza de Wiñaypacha, por Luis Vélez
Redacción | Luis Vélez, crítico de cine.
Wiñaypacha,
película del director puneño Óscar Catacora enteramente hablada en lengua
aymara, es un hito por sus calidades. ¿Qué ocurre en este breve relato del
transcurrir de una pareja de ancianos en una casita en el campo altiplánico que
atestiguamos histórica para el cine peruano, este filme sobre el que estudiosos
de nuestro medio han hallado similitudes con la obra de respetados referentes
del séptimo arte?
Su
sobriedad nos lleva a abrazar la justa esencia de la primera acepción de trama
al generar un ejercicio de meditación. Wiñaypacha
sobrecoge por el reconocimiento de dimensiones humanas y naturales, entendiendo
las segundas en relación, unas, a lo orgánico de las acciones y, otras, a la
presencia total del entorno andino. Hay una potencia expresiva que derivándose
del minimalismo y un tipo de intención documental va trascendiendo capas para
ir percibiendo la geografía en su apabullante gracia de imágenes como un
elemento de respeto, escenario abrumador, más aún en la vinculación que con
ella establece el habitante en aislamiento. Los encuadres fijos van
sucediéndose y Catacora muestra maestría en la localización de la cámara, desde
la frontalidad y la altura. Este ojo observa, contempla, y captura belleza en
estado puro; de allí que cada fotograma sea de una armonía pictórica
policromática. Este logro mayor se asienta además en la clave inicial de lo
registrado, aquello de las cosas sencillas, lo circundante, la cotidianidad de
utensilios y comidas; los diálogos en sí. En sus mantas, vasijas y usos
correspondientes reposa encanto. El amor que se profesan los octogenarios
conduce inevitablemente a imaginar un pasado.
No
obstante cierta teatralidad de la puesta en escena, es tocante la autenticidad
que la cinta rezuma. Ese vivo aspecto la va desapartando de las cuadrículas con
las que algunos análisis sociales formulan sus mediciones, un componente
cultural genuino en el que los ritos ancestrales forman parte de la rutina
despojados de grandilocuencia, una clase de religiosidad que el cine ha
retratado previa y principalmente en Oriente. Es esa misma conciencia de la
verdad la que la aleja de cualquier bucolismo para más bien exponer la dureza
de las jornadas. Son las preocupaciones de Willka y Phaxsi, añorantes del hijo
ido a la ciudad, cada vez más ancianos y solitarios, amos de un perro igual de
cansado. Esta subversión de los géneros pastoriles añade, por ejemplo, al andar
de los animales compañeros, tan familiar dentro del espacio visual, un
ingrediente de profundo terror frente al acecho del animal enemigo. Hay
amenazas que se ciernen, luego el desgarro. Nuevamente, el recurso de la mesura
técnica: el canto de los personajes será el único incluido en una banda sonora
sin música formal de fondo. En sí la conversación es poseedora de una
musicalidad denotativa de estados de ánimo; así también, los sonidos del viento
comunican naturaleza, aunque inclemencia; los de la crepitación de la leña,
calor, aunque hosquedad.
Catacora
ha ejecutado algo extraordinario al elevar fotográficamente este lugar de
hermosura no exenta de monstruosidad, casi improbable, atemporal, ajeno y
remoto: un “allá sin embargo tan aquí”. ¿Qué es el Perú en este contexto? Mucho
nos dice el drama de Willka y Phaxsi por conseguir fósforos siendo que su vida
prácticamente depende de ello. Se apodera la desolación y lo apocalíptico. Tras
la progresión de los días, en Wiñaypacha
parece cruzarse un umbral. Aparecen señales del infortunio. El trueno y el
granizo nunca fueron tan lacerantes. Wiñaypacha
es tanto pues un retrato de la ancianidad en abandono como una figuración
del propio final de los tiempos. ¿Qué queda después de ese umbral? Como
simboliza la apacheta, ofrenda del camino, recuerdo del caminante, el paso por
la existencia resulta efímero y la eternidad a la que alude el título tal vez
se encuentre más allá de los nevados.
***
SINOPSIS de Wiñaypacha (2017):
Esta es la historia de Willka y Phaxsi, una pareja de ancianos de más de ochenta años que viven abandonados en un lugar remoto de los andes del Perú, a más de cinco mil metros de altura. Enfrentan la miseria y el inclemente paso del tiempo, rogando a sus dioses para que por fin llegue su único hijo a rescatarlos.
TRAILER: https://vimeo.com/220577594
Comentarios
Publicar un comentario